Valorar el esfuerzo sobre el resultado… Así, a lo tonto, hemos llegado al mes de abril, algo que me recuerda que me tendría que haber puesto a darle tecla a este blog post hace 2 meses, que es, además, dónde tenía más sentido.
Pero como dice el ‘refranero español’ (o no sé exactamente de dónde salió la frase):
‘La vida es eso que pasa, mientras tu haces otros planes’
Yendo al lío, e intentando hacer memoria, hoy quiero compartir contigo algunos aprendizajes que me devuelven a la montaña y concretamente a ‘casi’ todo lo que viví mientras disputaba la Transgrancanaria 2023, una ultra de montaña de 130 kilómetros y más de 6000 metros de desnivel positivo, con una exigencia bastante alta.
Eso sí, lo que voy a compartirte por aquí, va más allá de las casi 20 horas que estuve disputando la prueba y es lo que le da, de paso, sentido al título de este artículo.
¿Qué co** es eso de las 20:07?
Si le eches un poco de imaginación (y si no, no te preocupes, que ya te lo digo yo) la parte del título que hace alusión a la hora, fue el momento en el que me tocó parar el reloj y decir ‘hasta aquí llegué’ (que no fue el único sitio donde lo dije, eso que quede claro)
A las 20:07, llegaba al casco urbano de Tunte, un pequeño municipio del sur de la isla de Gran Canaria y antepenúltimo avituallamiento de la carrera (ya en el kilómetro 102) En ese momento, estaba psicológicamente roto por un dolor que arrastraba desde el kilómetro 70… pero, vamos al principio.
Como te decía un poco más arriba, la Transgrancanaria es una ultra de montaña (bueno, tiene varias versiones, pero el reto que tenía este año era ir a por la distancia más larga) con una duración total de hasta 30 horas.
La salida de la prueba, en un entorno como el de la Playa de Las Canteras, tuvo lugar a las 00:00 de la noche (viernes 23 de febrero, para más lujo de detalles) y todo pintaba bastante bien: buenas sensaciones, el cuerpo descansado, sin dolores, ni sobrecargas y tanto el estómago, como la cabeza, en su sitio. Los ‘típicos nervios’ pre-carrera y poco más.
Evidentemente, no te voy a poner por aquí todos los pasos de la carrera (si tienes curiosidad, te dejo por aquí debajo un pequeño video de Relive hasta donde le aguantó la batería a mi reloj) pero si que me gustaría quedarme con un par de detalles.
Lo primero, fue la intensidad y la tranquilidad de la noche. Por suerte, hacer esto acompañado hace que todo se más llevadero, y gran parte del recorrido, la pude hacer con un buen amigo (don Cesar González) Como te decía, la noche fue muy llevadera y los kilómetros fueron pasando a buen ritmo.
Mientras todo esto pasaba, me iba quedando con muchos de los paisajes que dejábamos atrás y se me quedó en la retina la salida del sol (que en nuestro caso nos pilló rumbo a Artenara, uno de los municipios más bonitos de la isla) el contraste de colores y lo verde que estaba la isla fue uno de esos regalos por los que merece la pena hacer este tipo de retos.
Por el camino habíamos dejado rincones como Arucas, Teror, Fontanales o El Hornillo. Todo ello, con algunas conversaciones puntuales, revisando que íbamos bien de agua, sales, geles y todas esas ‘cosas frikis’ de corredores que tenemos que ir controlando.
Y, hasta Artenara, todo bien: cero dolores, cero pinchazos, cero problemas de estomago y sensaciones de ‘si todo sigue así, una más para la saca.’ En fin, como la frase que está más arriba, en las carreras pasan cosas, mientras que tú estás planificando otras, y lo que empezó como una pequeña molestia (en la zona intercostal izquierda) ‘bajando’ hacía el pueblo de Tejeda, se transformó en un dolor intenso, primero, y en un dolor insoportable, después.
¿Resultado? Pues que el camino entre Tejeda y El Garañón (una zona muy bonita y que transita por el Roque Nublo) se me hizo eterno. El dolor, a momentos insoportable y a momentos leve, hizo que me peleará conmigo mismo más mental que físicamente, hasta que llegó un momento en el que dije, se acabó, hasta aquí llegué, este año no toca y tocará cumplir el reto en otra ocasión…
… quién me conoce, sabe que para bien (y para mal) soy muy cabezón, así que, al llegar al avituallamiento de El Garañón, en lugar de retirarme, me decidí por ir al puesto médico, descansar un rato, comer y tomarme un ibuprofeno ¿Segundo resultado? El dolor ‘remitió’ (y cuando digo remitió, es del todo) y pensé ‘te acaba de tocar la lotería, pero queda un buen trecho hasta la meta.’
¿El desenlace? Nada es tan duro, y lo digo cien por cien en serio, como coger una recarga de moral y que poco más de seis kilómetros después, todo se caiga al suelo… Como podrás imaginar, de camino a Tunte, el dolor volvió (y vaya si volvió) e hizo que cinco kilómetros en bajada ‘relativamente sencillos’ se transformaran en un auténtico infierno.
¿Tercer resultado? Pues, tener la cabeza suficiente como para decir basta, que es un punto de aprendizaje muy importante. Eso sí, decirlo en el punto en el que estaba, no deja de ser una auténtica pu****.
Valorar el esfuerzo sobre el resultado
Como podrás imaginar (o si eres corredor de montaña) prepararse para un hito así no es sencillo, hay que invertir muchas horas de entrenamiento, prepararte física y psicológicamente, dejar de lado alguna fiesta que otra (con los Carnavales de Tenerife justo en la semana en la que se disputaba la carrera) y cruzar los dedos para que no aparezca ninguna lesión, o percance, antes del acontecimiento.
Son horas que disfruté (y que disfruto), entre amigos, viendo amaneceres, contado historias, resolviendo el mundo a ratos, o simplemente disfrutando del paisaje en silencio.
Algunas personas, o amigos, me preguntan que ‘en qué coño pienso cuando estoy 18, 20 o 22 horas corriendo por la montaña’, pues pienso precisamente en eso: en los momentos de entrenamiento previos, en las personas que no han podido estar, en las que ‘no están, pero están’ y todas las que están pendientes de que todo vaya bien.
Justo después de la carrera (donde tres amigos tuvimos que decir: ‘hasta pronto’) Cesar compartía que no se podía medir sólo el resultado, que eso es algo injusto, y parafraseando a Manuel Sola Arjona (en su libro, La Naturaleza del Entrenamiento):
‘Somos el resultado de un montón de fracasos previos’
Y es verdad, no sólo pasa en las carreras (que en mi caso es algo totalmente anecdótico, porque yo no soy nadie aquí, sólo un ‘friki’ al que le gusta la montaña), en líneas generales solemos poner el cien por cien de nuestro foco en el resultado, olvidándonos por completo del esfuerzo que hemos desempeñado para conseguir algo (o no conseguirlo)
De todo, y cuando digo de todo, es de todo, siempre se saca un aprendizaje, y creo que es importante, poner el foco en eso.
Aprender para seguir creciendo
Una lesión es algo que ‘no podemos’ controlar, sobre todo cuando es algo completamente inesperado. Pero, lo que tengo claro, es que es algo de lo que se puede aprender.
A pesar de no haber terminado, me quedo con el trabajo bien hecho, con las buenas sensaciones (al día siguiente y después de cien kilómetros, estaba mucho más entero de lo que esperaba y con muy buenas sensaciones físicas) y sobre todo con las ganas que tengo de seguir aprendiendo de este deporte, y de todos los cracks con los que tengo la suerte de compartirlo.
¿Y Ahora? Pues toca seguir disfrutando y como me gusta decir ‘gastando suela en la montaña’ hasta que el cuerpo aguante.
PD: ya lo hice por redes sociales y seguramente me mandaran a ‘tomar por ****’, pero aprovecho para volver a felicitar a Cesar y Agoney, por acabar esta bestialidad de carrera. A Javi y a Ricardo, porque prepararla y estar en la salida no es sencillo (ya nos cobraremos la revancha) Y Aarón por ayudarme a ser ‘mejor’ corredor cada día.